Mi papá tenía un Auto Unión gris. Casi siempre tenía problemas de eléctricos, pero andaba y andábamos en él para todos lados. Nos íbamos de vacaciones, nos íbamos a la zootécnica y también repartía quesos cuando salía del trabajo. Todavía me acuerdo el olor a queso que había en el asiento de atrás. Una vez mi papá le sacó el motor para arreglarlo y cuando se lo quiso volver a poner, el motor se le cayó en el pie. No me acuerdo si le ponía una frazada o si le tenía que echar agua del mate al parabrisas para descongelarlo porque en San Luis los inviernos eran crueles. Quizá hiciera las dos cosas. Mi hermana y yo a veces viajábamos parados entre los asientos mirando hacia adelante y hablando con nuestros padres. De vez en cuando, sacábamos a pasear a alguna abuela. A veces, a las dos. Era un buen auto, de mecánica muy robusta, con su motor de dos tiempos y tres cilindros, pero siempre tenía problemas eléctricos y por eso mi papá puteaba. Mi papá tiene dos hermanos, mi tía Chichí, y mi tío Bocha. Todos con CH en alguna parte del apodo. Mi papá es Cacho. Una navidad, nos fuimos todos a la casa de mi tía Chichí, que vivía a cien kilómetros, en la zootécnica. A mitad de camino, cerca de Liborio Luna, el Auto Unión gris de mi papá dejó de andar. O dejaron de andar las luces, o no sé qué le pasó, pero nos quedamos a un costado de la ruta, mientras mi papá intentaba areglarlo junto a mi tío Bocha, que alumbraba con una linterna. Pasó una hora, dos, tres, hasta que llegó navidad y Papá Noel nos dejó los regalos en el techo del auto. Nunca supe cómo Papá Noel nos encontró en el medio de la ruta y sin luces, pero tampoco lo cuestioné demasiado puesto que tenía seis años, o quizá algo menos. Llegamos a la zootécnica muy de madrugada, mi papá manejando y mi tío Bocha alumbrando el camino con la linterna, desde la ventana del Auto Unión gris.
jueves, 8 de agosto de 2024
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