martes, 17 de junio de 2008

Día trece

Buenos Aires, 28 de mayo de 1989
Latin America Press International
Científicos de la Universidad de Martin Laurence, Minnesota, Estados Unidos, lograron crear un modelo computacional basado en la interpretación de imágenes de un escáner cerebral. Esto permite, basados en la forma y color representados en las imágenes, tener una idea cabal de lo que el sujeto está pensando en ese momento. Las pruebas fueron realizadas sobre noventa y tres personas de distintos lugares del globo y dieron resultados positivos en un 98,7 %. Estudios realizados en Moscú en la década del 70, habían demostrado que las imágenes de resonancia magnética pueden detectar actividad cerebral cuando el sujeto piensa sobre una palabra determinada. Luego de la caída del muro y el derrumbe de la Unión Soviética, muchos científicos emigraron a los EEUU llevando consigo la vital información que, una vez decifrada, permitió que los investigadores desarrollaran un modelo binario con el cual la computadora puede determinar correctamente la palabra que la persona pensaba. El Doctor Michael Andrews, líder del proyecto y referente mundial sobre la materia, explica que el modelo se construyó en base a …

– Hola ¿Esteban?
– ¿Quién habla?
– Raquel. Necesito hablarte. Es sobre Martina.
– ¿Qué pasó?
– Nada, no pasó nada. Estuvo preguntando por vos, ayer. Hacía varios días que la veía con ganas de hablarme, quería decirme algo, hasta que ayer no pude evitarla más y me encaró. No sabía que decirle. Empecé con rodeos, que no sabía dónde encontrarte, que te habías ido, yo que sé, la cuestión es que al final le terminé contando todo.
– ¿Todo qué?
– Todo, lo de la enfermedad, de los ataques, del tiempo en que no supe nada de vos, y lo poco que sabía de cómo estabas ahora.
– Vos no entendés. No me puede ver como estoy ahora. No puedo encontrarme con ella. ¿Qué le voy a decir?¿Que la abandoné porque oía voces? No, no puedo, no puedo.
– Hay algo más, algo que me dijo sobre las voces.
– ¿Qué?
– Algo sobre las voces. Yo nunca mencioné una palabra enfrente de ella, pero de alguna manera sabía lo de las voces.
– No sé, Raquel, no sé. Tengo que cortar.
– Martina te va a buscar y te va a encontrar.
– Chau Raquel

Esteban colgó el teléfono y buscó el diario con el artículo que estaba leyendo. Quiso retomar la lectura pero le fue imposible. Dejó el diario en el sillón y salió al balcón. Llovía de nuevo sobre las calles desiertas y las lámparas del alumbrado público expelían una bruma blanca que se disipaba hacia arriba. En la esquina algunos autos pasaban y enfrente un auto oscuro esperaba con el motor encendido. Con los vidrios oscuros no logró ver quiénes estaban adentro, pero supuso que esperaba a alguien.
No quería que su hija lo viera en esas condiciones. Muchas veces había soñado con el reencuentro, pero otras eran las condiciones con las que soñaba para ese momento. Ahora se veía como un león en la jaula de un circo, después de haber estado enfermo, perdiendo toda dignidad posible y con las manos llenas de sangre, después de haber matado a otra persona en el túnel de la estación.
De pronto sintió algunas voces mezcladas, y sin poder interpretar bien lo que decían, supo que venían del auto estacionado enfrente. En ese instante comprendió lo que esa gente estaba haciendo y corrió hacia la puerta para bajar y ver quiénes eran los que lo vigilaban, pero cuando llegó el auto ya estaba cerca de la esquina y dobló por Rivadavia hacia el lado del centro.
La lluvia lo golpeó con fuerza en la cara.

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